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Cómo era Valencia a principios del siglo pasado es algo que suele cautivarnos cuando nos chocamos con fotografías que recogen lugares emblemáticos de la ciudad en aquellos tiempos. Solemos en esos casos detenernos para comparar mentalmente las fotografías que vemos con otras actuales que imprimimos mentalmente y jugamos a encontrar las diferencias.

Dependiendo del tiempo del que dispongamos y de la sensibilidad de cada uno, nos quedamos “colgados” de un detalle que nos invita a fantasear sobre cómo serían las cosas en aquellos años, cómo viviría la gente, cómo pasaría el tiempo, cómo se relacionaría…

A mí me cautivan especialmente algunas fotos de la Avenida del Puerto, que reflejan una actividad comercial muy importante, pero sugieren también una forma diferente de desarrollarla… más relajada, más pausada, más cuidadosa, más slow life. Y en particular me atraen las imágenes de los carros cargados circulando en dirección al puerto.

Uno de esos “traginadors” de blusón, alpargatas de esparto, gorra y puro en la boca podría ser Vicente Zamorano, mi abuelo.

Y es que hace 100 años que mi familia ya se dedicaba al transporte en Valencia.
Este año que celebramos el centenario hemos estado especialmente atentos a las diferencias que en 100 años han ido apareciendo en nuestra actividad, y son tantas, que nos preguntamos qué pensaría, cómo reaccionaría cualquiera de aquellos profesionales del transporte si apareciesen de súbito en medio de nuestra terminal una madrugada cualquiera, si pudiesen observar por una rendija cómo son nuestros camiones actuales, cómo se descarga la mercancía, a qué velocidad se mueven las carretillas, cómo funcionan los escáneres, los volumétricos… O qué ojos pondrían los “escribientes” de manguitos y visera, plumín y tintero, si apareciesen un primero de mes en nuestras oficinas, repletas de ordenadores, impresoras, teléfonos, pistolas lectoras, escáneres, antenas, terminales.
¿Qué pensarían aquellos profesionales si intentáramos explicarles que nuestros clientes valoran tanto o más que la rapidez en el transporte, la rapidez en el traslado de la información sobre el mismo?

antigua

Ciertamente son muchas las cosas que cambian en un siglo; como mucho cambian los valores y la forma de entender las cosas y las relaciones en ese tiempo. Sin embargo, hay algo que no ha cambiado: la pasión con la que nos hemos dedicado todos a nuestro trabajo. Durante 100 años, cuatro generaciones de nuestra familia se han levantado a diario con el objetivo de hacer mejor lo del día anterior. Sin darse nunca por satisfechos. Buscando cómo hacer más rápido, más asequible, más fácil, más visible, más trazable, más sostenible, más fiable, más seguro, más próximo, más comprometido, más amigo… el transporte de nuestros productos.

Quizás, ojalá, dentro de otros 100 años alguien escriba algo parecido a esto. En aquellas letras, nuestro papel será el de “salir en la foto”. No escribiremos nosotros, se escribirá de nosotros. También las cosas habrán cambiado mucho entonces, pero nosotros habremos sido una pieza clave de la historia y, detrás de nosotros, tantos clientes, empresas, comercios, que nos vienen confiando sus productos para el transporte.

Sirva esto como homenaje a nuestros clientes del siglo XX, como agradecimientos a nuestros actuales clientes que siguen confiando en nosotros y como brindis por aquellos clientes con quienes creceremos en y hacia el futuro. Sirva también como homenaje a aquellos profesionales bravos con quienes trabajamos antaño, como agradecimiento a los actuales, con quienes compartimos nuestra vida y como brindis por aquellos que continuarán lo que nosotros hagamos.
Muchas gracias a todos.

Alfonso Zamorano Aguado